La censura se dio en los medios de comunicación así como en la literatura infantil; la denominada represión cultural puso su mira en la literatura infantil. Prohibió libros y autores, y no lo hizo en forma azarosa, puso en sus listas todos aquellos libros que transmitían ciertas ideas que consideraban subvertían el orden social impuesto. Animales que hacían huelga o se burlaban de los humanos, pilotos de avión que se negaban a arrojar una bomba sobre una ciudad, pobladores que pintan sus casas de colores diferentes oponiéndose a la decisión de un rey autoritario, una planta que da cuadernos gratuitos en detrimento de las ganancias de un avaro vendedor, una niña que dibuja un pueblo en una pared y descubre que sus habitantes son solidarios. Temas que al entender de la dictadura atentaban contra valores sagrados como la religión, la autoridad, la obediencia, la familia; escritos, en algunos casos usando regionalismos o el voceo, hicieron de estos libros una amenaza.
"El pueblo que no quería ser gris" de Doumerc y Barnes -autores uruguayos- fue prohibido porque vulneraba el poder arbitrario, la obediencia incuestionable, el fomento del prejuicio y la desconfianza hacia las decisiones colectivas. Libros como "La Torre de Cubos" o "Un elefante ocupa mucho espacio" tuvieron la entrada vedada a los jardines de infantes, porque su lectura podía iniciar a los niños en el camino de la libertad, la creatividad, la autonomía. En síntesis, para la dictadura fueron libros MUY PELIGROSOS.
Por eso, los invitamos a conocer esta historia...